8 nov 2014

Comienza la aventura

Mi lanzadera al sudeste asiático en la megalópolis de Shanghai, centro de negocios de la República Popular China. Una ciudad queno me resulta extraña, sino que a día de hoy me recibe con los brazos abiertos. Son numerosos los amigos que aún quedan expatriados en los districtos de Jing´An y Xuhui, y la villa en la que vive Belén siempre ofrece lujo y comodidad a partes iguales.

Tras más de un reencuentro, alguna que otra despedida, muchos papeleos con visita incluída al Consulado de España, termino de meter lo necesario en mi gran mochila de viaje, botiquín incluído que espero no tener niq ue sacar de su sitio al fondo del petate. Un largo e incierto camino me espera.

Con destino a Bali, mi vuelo sale con retraso notorio, lo que propicia una buena cabezada en el aeropuerto internacional de Pudong. La escala en Kuala Lumpur, Malasia, me ofrece la posibilidad de reencontrarme con mi amiga Sara, excompañera de trabajo en Sarmente que ahora vive en la capital del país malayo. Desde el primer paso se distingue que es mayoritariamente musulmana, así como angloparlantes, temerosos al volante y con una gran sonrisa.

La llegada a Bali parece un desfile de compradores en las rebajas de enero. Primero la cola para pagar el visado, luego la frontera (en mi caso, la cuarta vez que cruzo una en menos de 24 horas: China fuera, Malasia dentro, Malasia fuera e Indonesia dentro), aduana, recogida de equipaje y por fin el conductor camino de Ubud al guesthouse de Ketut.

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