8 nov 2014

Ubud, centro cultural de la perla indonesia

Ubud es el centro cultural de la isla, sobresaliente por sus manualidades tanto en madera como en roca y hueso; danzas de distintos estilos y cuantiosos templos de diversa antigüedad. Mi estupendo anfitrión sugiere una ruta mientras disfruto del desayuno: papaya, sandía, piña, pancake de plátano y coco y una tortilla de tomate y cebolla. Lo cierto es que el sitio es una maravilla, con un precioso jardín tropical que esconde tempolos y estátuas, altares para ofrendas, alternando casas de invitados y las de su familia, 25 personas por el momento.


El calor y la humedad invitan a zambullirse en el Tirta Empul, un templo hinduísta cuya historia cuenta que un dios golpeó el suelo con su bastón y desde entonces el agua purificadora brota del suelo para curar los males de los creyentes.
Acto seguido, el hijo de Ketut nos conduce a una plantación de café donde también producen el preciado café Luwak, o ca-poo-chino. Una especie de roedor se come los granos, los procesa parcialmente y... bueno, se recogen más tarde para tostarlos y molerlos. En la plantación nos muestran amablemente como preparan no sólo el café, sino el cacao, el gengibre, vainilla, clavo, azafrán, cardamomo, canela y otras muchas especias. Con el simple afán de mostrar su trabajo, traen una bandeja con 12 diferentes cafes e infusiones locales para que probemos.

La siguiente parada nos lleva al centenario templo de Gunung Kawi, haciendo un alto en la carretera para descubrir las terrazas de arrozales de un verde intenso salpicadas de palmeras. Para terminar tan largo día, qué mejor que perderse por el pueblo de Ubud para darse un masaje balines tras una temprana cena de Nasi Goreng (noodles fritos).

Los alrededores de Ubud tienen mucho m'as que ofrecer, pero la isla esconde otros muchos encantos m'as al norte: volcanes, cascadas y las famosas terrazas de arroz de Jatilawih, consideradas patrimonio de la humanidad por la UNESCO. La travesi'a por las precarias carreteras toma su tiempo, m'as a'un con monos cruzando, motos a cientos y todo ello sin ning'un orden ni concierto. Finalmente llegamos a Munduk, entre las monta;as, donde el calor casi da un respiro y bajamos de los 30 grados cent'igrados. Paseando por este peque;o asentamiento vamos a dar a una trasera donde cerca de un centenar de balineses hacen sus apuestas por uno u otro gallo en una pelea que tiene poco o nada de civilizado. Atusan y encrespan a los contrincantes hasta enfadarlos tanto que, armados con la cuchilla previamente fijada a una pata, dan muerte al perdedor. No obstante, el ganador no augura mejor fortuna y acto seguido le cortan la pata y lo sacrifican igualmente.

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